
La investigación tomó a un grupo de 14 corredores amateur que competían regularmente, con edades entre los 20 y 40 años, que completaron el mismo entrenamiento (3 vueltas a un sendero de 4 kilómetros con 4 minutos de descanso entre cada vuelta) a una temperatura suave. Realizaron la prueba dos días, en orden aleatorio.
Una de las veces les pidieron que restringieran su ingesta de fluidos las 22 horas anteriores al entrenamiento, y no se les permitió reponer líquidos durante la prueba. La otra vez pudieron llegar bien hidratados y se les dio agua durante cada una de las pausas.
Se comprobaron la frecuencia cardiaca, temperatura basal, tiempo necesitado para completar el entrenamiento y percepción de fatiga. ¿Los resultados? El grupo que no había bebido era más lento, perdió mayor peso corporal durante y después del entrenamiento, tenía una mayor temperatura corporal y dijeron haberse sentido más fatigados.