- Dejarnos seducir por dietas rápidas y engañosas. Favorecen la aparición de estrías y producen importantes pérdidas de vitaminas.
- No desayunar y luego cometer excesos a la hora de la cena. El desayuno debe aportar una buena parte de las calorías del día.
- Renegar de algunos alimentos. El mejor régimen es la dieta equilibrada. Nunca debemos desterrar ningún alimento a no ser por enfermedad.
- Ponernos a régimen solamente en verano. Muchas mujeres engordan en invierno y se obsesionan en perder kilos durante el estío. Sin darse cuenta de que a medida que transcurren los años es más difícil quitarse esos kilos que sobran. Llega un momento en que las células grasas no se destruyen, solamente vacían su contenido y se llenan cada vez más deprisa.
- Pesarnos cada día. Con una vez a la semana basta, ahora, eso sí, siempre en la misma báscula, en el mismo momento del día y a ser posible sin nada de ropa.
- No realizar ningún deporte. Aunque sea media hora al día debemos dedicar tiempo a hacer ejercicio, ya sea en un gimnasio o siguiendo en casa una sencilla tabla gimnástica.
- No beber agua. Se deben tomar, como mínimo, dos litros de agua diarios fuera de las comidas.
- Confiar en los laxantes y en los diuréticos para adelgazar. Abusar de estos productos puede llevarnos a no asimilar los nutrientes necesarios para el organismo.
- Tomar píldoras que disminuyen el apetito sin prescripción médica. La administración de estos medicamentos siempre debe hacerse bajo control médico. En algunos casos pueden no ser necesarios y en otros estar contraindicados.
- Creer que comer más deprisa adelgaza. Todo lo contrario. Además, no hay nada peor para una buena digestión que masticar mal y deprisa.
- Saltarnos alguna comida. Con esto lo único que conseguimos es acumular grasas para resistir las horas sin alimentos.
- Prepararnos unos platos de régimen aburridos e insípidos. Para que la comida de dieta nos resulte apetitosa lo mejor es echarle imaginación a la hora de servirla.