
Pero hoy en día parece existir algunos puntos que se hacen cada vez más consensuados entre los nutricionistas y médicos sobre que podría ayudarnos a decidir sobre la frecuencia de las comidas; en este sentido se dicta que los métodos son muy semejantes y que la disponibilidad de los gustos o ganas de comer de las personas son las que dictan cual será el mejor protocolo o calidad de dieta, así como la consistencia con que está diseñada.
Al aumentar la frecuencia de comidas:
- Parece no cambiar favorablemente la composición corporal en los sedentarios pero sí influye en los que practican periódicamente actividades físicas, aunque esto parece estar relacionado al comportamiento de los nutrientes en el tiempo y no al mayor número de comidas del día.
- Si los niveles de proteína son adecuados y distribuidos de forma equitativa preferentemente entonces incrementar esta frecuencia dentro de dietas hipocalóricas puede preservar la masa magra en los atletas o practicantes de ejercicios.
- Puede tener un efecto positivo en varios marcadores sanguíneos de salud, particularmente el colesterol LDL, el colesterol total y la insulina a pesar de que varios estudios se hayan realizado en periodos de tiempo relativamente cortos.
- No incrementaría la termogénesis corporal debido a la ingesta de alimentos, gasto calórico total o tasa metabólica en reposo.
- Ayudaría a controlar el apetito.