Generalmente se dice que para adelgazar, debemos ejercitarnos con baja intensidad y quedarse por lo menos, 30 minutos continuos haciendo ejercicio en la famosa zona de quema de grasas y esa práctica es tan popular que muchas personas se volvieron paranoicas en el control de los latidos, tanto que el uso de monitores cardiacos y los gráficos que correlacionan la intensidad con la edad fueron la fiebre en los gimnasios.
El modelo metabólico de adelgazamiento es una estrategia comúnmente usada en la prescripción de ejercicios para pérdida de grasa corporal. Fundamentado en el principio de que las actividades de baja intensidad y larga duración utilizan los lípidos como fuente prioritaria de energía, varios investigadores promovieron el ejercicio aeróbico como la manera más eficiente para adelgazar.
La literatura científica muestra que la vía energética predominante durante el ejercicio depende de la intensidad y duración de la actividad, pudiendo ser predominantemente glicolítica o lipídica. Según una investigación realizada por Saudek & Felig en 1976 demostró que conforme el ejercicio se prolonga, los carbohidratos van siendo degradados ocasionando un aumento gradual en la movilización de grasas como combustible, pudiendo suplir cerca de 80% de la energía total requerida.
Durante la práctica de ejercicios, el 25% VO2 máximo puede acarrear un aumento de hasta cinco veces en los niveles de ácidos grasos libres en el plasma, comparado a los de reposo. Otro estudio propone que hasta el 30% de VO2 máximo, prácticamente todo el ATP resintetizado proviene del metabolismo lipídico y a partir del 70% ocurre progresivamente un cambio predominante de la utilización de las grasas a carbohidratos. Con base en estos datos, muchos autores sugirieron que los lípidos utilizados durante el ejercicio de baja intensidad y larga duración podrían resultar, a largo plazo, en una reducción considerable de grasa corporal. Sugerencias como estas dieron origen a la famosas teorías, una de ellas proponía que para “quemar” grasas, el ejercicio aeróbico debería ser continúo y durar por lo menos 30 minutos, pues la grasa sólo empieza a ser metabolizada a partir del vigésimo minuto. Otra línea de raciocinio afirmaba que la intensidad no debería sobrepasar 60% de la frecuencia cardiaca máxima, pues así el sustrato utilizado sería solamente el carbohidrato.
Hipótesis y Realidades
Sin embargo, los mecanismos fisiológicos del adelgazamiento son mucho más complejos y no responden de forma tan lineal como propone esta hipótesis. Por ejemplo, no encontraron diferencias significativas en la pérdida de peso entre entrenamientos aeróbicos de 30 minutos hechos de forma continua o divididos en tres sesiones de 10 minutos, poniendo en cuestión la hipótesis de que, para reducir la grasa corporal, el ejercicio deba ser continúo y duradero.
Por otro lado, estudios longitudinales y transversales demuestran que los individuos que realizan actividades intensas poseen menores cantidades de grasa, en comparación con practicantes de actividad de intensidades bajas. Posteriormente, estos resultados habían sido confirmados por un estudio que comparaban los efectos de dos protocolos de entrenamiento, continuo y otro intervalado.
Un estudio hecho por Tremblay en 1990 habían evaluado la relación entre la intensidad de la actividad física ordinaria realizada y la composición corporal de 2.500 personas más. A través de un cuestionario, los individuos habían sido divididos en cuatro grupos de acuerdo con la intensidad de las actividades realizadas: menores que 5 [METs], entre 5 y 7 [METs], entre 7 y 9 [METs] y mayores que 9 [METs]. A pesar de no haber diferencia en el gasto calórico entre los grupos, los resultados demostraron que los individuos ordinarios entrenados en actividades intensas poseen menor relación cintura-cadera y menor cantidad de grasa subcutánea.
A partir del análisis de esas y de otras evidencias científicas, vemos que la hipótesis lineal encaminada al sustrato utilizado durante los ejercicios parece no ser la más adecuada para prescripción de actividades físicas con el objetivo de control y pérdida de grasa corporal. Inclusive, no podemos olvidar que las grasas utilizadas durante el ejercicio de baja intensidad consumen sobre todo de ácidos grasos libres y triglicéridos intramusculares y no las reservas de grasa subcutánea, según estudios de Horowitz & Kleyn en el año 2000.
El hecho de que las personas que realizan actividades intensas presenten menor porcentual de grasa, aunque gastan menos energía y trabajando en intensidad fuera de la zona de quema de grasas, demuestra que otros factores, además del sustrato utilizado y las calorías gastadas, son determinantes para los resultados de un buen programa de adelgazamiento, contrariando el modelo metabólico de adelgazamiento.
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11 de junio de 2010
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