
Competir a veinte grados más de lo normal aunque en un principio no parezca un inconveniente puede llegar a ser poco saludable. El riesgo de deshidratación siempre va a estar ahí, sobre todo si en la competición hay pocas opciones de hidratarse. Los consecuentes calambres musculares por mayor pérdida de sales y el acecho de golpe de calor también son factores a tener en cuenta.
En resumen, si normalmente no competimos en nuestro deporte, sobre todo si es de larga distancia, mejor dejar pasar el verano o al menos esta mayor época de calor. Si estamos acostumbrados a competir pero no es algo que sea nuestro objetivo también podemos optar por descansar en verano y tomárnoslo con más calma.
Y si no podemos vivir sin la chispa de la competición, importante tener en cuenta la hidratación, el refrescarse en cuanto podamos echándonos agua por encima y saber muy bien dónde están nuestros límites, regulando la intensidad en todo momento.